Creative Commons

jueves, febrero 15, 2007

Tres y uno

De las tardes con mi padre.
Quién es ese hombre sino el más extraño de todos mis hombres, aquél al que no puedo penetrar con la mirada pues estoy dentro, el extraño más enfermo; falta mucho por gozarlo, habrá tiempo y en todo caso, ni el arrepentimiento nada en mi cabeza, le he degustado; le tengo en préstamo pero siempre es mío, desde un día negro, incluso antes, quizá desde el día que me imaginó, pensó, quiso y deseó en sus viajes ya que sólo mi padre, en su locura, ha debido buscar un fruto como yo. La confrontación se convirtió en nuestro mejor aliado siendo parte de la tolerancia y aceptación que me enseñó a tener hacia mí, hacia él y, por lo tanto, luego de muchos tropiezos, hacia la vida.
“Disfruta mujer aventurera” dijo el hombre de poco cabello, muy atinado e inversamente proporcional a la inmensidad de su pensamiento que cuando llegó el momento preciso, se detuvo en su persona. Le contesto “Eso hago”, donador de genes. Nada tengo para él en retorno que lo que soy, siquiera un agradecimiento.

Del “ahora” con LuzMa.
El ayer no existe, sólo en turbulencia, pero fue también el mejor de los enfrentamientos, ya que LuzMa no es mi madre, es LuzMa: mujer de agallas, de grueso cuerpo y corazón noble, mujer heroína novelística, mujer de orgullo, mujer de retrato (y espejo) en mi mañana. LuzMa es LuzMa y yo soy yo, pero hay más unión que entre átomos por nuestra avaricia gigante de ser cada día mujeres. A ella sí, no la presto ni alquilo, ella es mi LuzMa; pendejos aquellos hombres que han deseado tenerla siempre consigo (aun mi padre), no se puede, es libre de ser mujer. Nadie más que yo puede atormentar sus sueños, puede dolerle: yo, su hija. Nadie le merecemos y nadie ha de verle llorar, ni ella ha de llorar por nadie. Con LuzMa empieza mi vida y ya sin ella, algún ser habrá empezado su vida conmigo; sin LuzMa yo no sabría cómo es ser Lucy, necesito mi contrario, mi balanza, mi contacto con el mundo cotidiano pues yo no disfruto más, que cuando la veo reír por mi sonrisa o preocuparse por mis andanzas. Ella hace que mire más allá de mi mundo ególatra, nada interesan para mí los demás hasta que estoy a su lado.
La amistad empieza “ahora”, después de mis tantos y sus tantos hombres encima, sé lo que duele y bailamos por ello, no se embriaga conmigo, yo lo hago sola, por ella y por mí…

De mis primeros pasos con Josephine.
Hija, madre, abuela, bisabuela, mujer sumisa de un libro cerrado con pura belleza que no ha podido ver más que a través de los ojos de Dios; mujer de trabajo.
Por Josephine conozco la envidia: de sus años, de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos, de sus hombres, de sus pasiones adulteradas en el claustro; su pasión es y será entregarse por nada a cambio.
Única mujer a la que he gozado por entero, robado parte de su alma y ¿cómo pagar a tan dichosa musa que me hace pensar en la miniatura que soy, en la creencia de grandeza?
La verdad es que soy hipócrita, le pienso, le busco, le miro y le escribo, para robar más de ella, que le tengo endiosada.
Josephine, Diosa insensible que me entregó todo en amor; por ella soy lo que soy y por ella quedan estas palabras con el apellido del hombre que, supongo, amó.

Lucy Originales